¿Cambiando la Genética?

Este escrito pretende solamente intentar responder: ¿Puedo cambiar mi genética? ¿Puedo influir realmente en mi salud o enfermedad? Bueno, aquí hay algo para pensar al respecto.

Solíamos creer que los genes provocaban las enfermedades y que estábamos a merced del ADN, y parece que estábamos mirando en la dirección equivocada. Gracias a la ciencia de la epigenética (Estudio de modificaciones la expresión genética que no obedecen a una alteración de la secuencia del ADN) ahora sabemos que no son los genes los que nos enferman sino que es el ambiente quien lo hace, y este puede ser externo (humo de cigarrillos, pesticidas, por ejemplo) o interno de nuestro cuerpo, es decir el entorno de las células. En este sentido, cobran especial importancia las emociones que provocan reacciones químicas, por como nos relacionamos con el medio externo. Cuando una situación en dicho ambiente nos genera una reacción en forma de emoción, la química interna resultante envía una señal a los genes, para que se activen o se desactiven. El gen en si mismo no cambia físicamente; únicamente lo hace la expresión del gen, y esa expresión es fundamental por cuanto de ella dependen nuestra salud y nuestra vida. De ahí que por más que alguien sufra una predisposición genética a una enfermedad determinada, si sus genes expresan salud de manera sostenida en lugar de esa dolencia, la persona no desarrollará la enfermedad y seguirá sana. Esto ratifica que lo que se traspasa de padres a hijos no es la enfermedad en si, sino que la forma de ver y actuar en la vida, es decir la actitud en base a las creencias, o sea la GENÉTICA EMOCIONAL.

Ahora te invito a pensar en tú cuerpo, compuesto de millones de células (a excepción de los glóbulos rojos), como una gran fábrica de proteínas, es decir, estamos hablando de un gigantesco instrumento sumamente sensible encargado de elaborar proteínas responsables de tú estructura física y de tus funciones fisiológicas. En un sentido muy concreto, estamos hablando de que son responsables de como te encuentras en tú vida ya que son el reflejo de la salud de tú cuerpo… de TÚ SALUD!

Para que una célula fabrique proteínas, un gen debe expresarse. Esa es la función de los genes: facilitar la producción de proteínas. Cuando una señal del entorno externo de la célula llega a la membrana, un receptor acepta la reacción química y se abre paso hasta el ADN situado en su interior. En ese momento el gen crea una nueva proteína que equivale a esa señal. Así pues, si la información que recibe la célula del exterior no cambia, el gen sigue fabricando la misma proteína y el cuerpo continúa igual. Con el tiempo el gen comienza a regularse a la baja; o bien corta la expresión sana de proteínas, o bien se deteriora, como cuando se hace una copia de una copia de una copia, lo que lleva al cuerpo a expresar una cualidad distinta de proteínas.

Distintas clases de estímulos regulan los genes al alza o a la baja. Es así que transformando las emociones se puede modificar le expresión genética (activando unos y desactivando otros) porque están enviando un mensaje químico inédito al ADN. De ese modo, regulándose negativa o positivamente, los genes fabrican nuevas piezas de construcción. Por ejemplo si tú sistema inmunitario lleva demasiado tiempo sometido a emociones negativas, determinados genes estarán favoreciendo inflamaciones y a la larga una enfermedad, permitiéndoles alterar tú día a día, con agotamiento físico y mental como consecuencia de dicho estrés. Pero ahora sabemos que modificando la actitud con la que nos relacionamos con el ambiente, no tan sólo el físico, sino también el que creamos a nivel psíquico con nuestros pensamientos – emociones (que pueden ser negativos o positivos) podemos activar otros genes de regeneración y reparación desactivando los antiguos, y que eran responsables de la enfermedad. Al mismo tiempo, esos genes epigenéticamente alterados empezarán a seguir nuevas instrucciones, a crear proteínas distintas y a programar el cuerpo para que se regenere y sane.

Por tanto, si llevas un buen tiempo experimentando y expresando un emoción “X”, tú cuerpo y por sobre todo tú mente comenzarán a vivir y a desarrollarse en esa vibración, con las consecuencias respectivas, afectándote positiva o negativamente a tú cuerpo y por ende a tú entorno y con ello a tus relaciones, no sólo con los demás sino contigo mismo (soy feo/a, soy idiota, soy inteligente, soy bipolar, soy esforzado,… y como tú quieras referirte a ti), y también es importante como te expresas en relación a los demás o con los demás, por medio de tus palabras (si es a nivel consciente) y por tu tono y tu gestualidad (a nivel inconsciente).

Como seres extraordinariamente emocionales que somos, es fundamental poner atención a ellas, ya que al exponernos día a día a las mismas emociones, nuestro cuerpo, TÚ CUERPO, cree hallarse en las mismas condiciones ambientales cristalizando ciertos sentimientos, que perpetúan hábitos que crean a su vez las mismas experiencias y dan lugar a emociones idénticas una y otra vez. Gracias a estos hábitos automáticos y programados, tus células se encuentran constantemente expuestas a los mismos entornos químicos (en relación con el ambiente exterior de tú cuerpo, pero también con el ambiente exterior de las células, dentro de tú cuerpo). Dichos compuestos químicos no dejan de enviar mensajes a los mismos genes, del mismo modo…, y tú acabas estancado porque, cuando eres el mismo, tú expresión genética no varía. Y como no llega información inédita procedente del entorno, tú suerte genética está echada. Es decir, si piensas dices o haces lo mismo, mañana tienes más de lo mismo…. y así se perpetúan los escenarios.

Si no llegan a superarse las emociones asociadas a un shock o trauma, o se mantienen estresantes creencias y emociones anómalas en las relaciones con el entorno, tanto la vida como la salud se terminan haciendo añicos. Si una adicción es algo que se apodera de nosotros, podríamos concluir abjetivamente que es fácil volverse adicto a esas emociones estresantes que nos han enfermado, porque la subida de adrenalina y otras hormonas del estrés como el cortisol, estimulan el cuerpo y el cerebro. Ello proporciona una descarga de energía, que con el tiempo, el cuerpo se vuelve adicto a esas descargas de compuestos químicos. Al respecto la ciencia nos dice que el estrés crónico acaba por pulsar las teclas genéticas que provocan la enfermedad. Y como las hormonas del estrés son tan poderosas, se termina por desarrollar una adicción a los mismos pensamientos que nos llevan a sentirnos mal.

Ahora bien, y si las circunstancias de tú vida cambian a mejor ¿no se transformará también el entorno químico de tus células? Si, es posible, pero no siempre. Si llevas años condicionando a tú cuerpo para que reproduzca un mismo ciclo de pensamiento y sentimiento, y viceversa, has desarrollado sin darte cuenta una adicción a esas emociones. De modo que una mejora en el entorno externo, cómo podría ser un nuevo trabajo, no necesariamente romperá la adicción, igual que un adicto a las drogas no dejará de serlo por el mero hecho de ganar la lotería o mudarse a Hawai. A causa de la relación pensamiento – sentimiento, antes o después, (en cuanto la experiencia pierde la novedad) la mayoría de las personas vuelve a su estado emocional habitual, y el cuerpo cree hallarse inmerso en la misma experiencia de siempre que creó las emociones primitivas. Por ello es que creer que cambiando el escenario todo irá mejor sin considerar que al nuevo escenario te llevas la misma mente con las mismas creencias, es no haber entendido nada. Los escenarios están ahí para hacer las tareas mentales emocionales que permitan tener una vida con el mínimo de estrés posible, y para ello es necesario hacer las desprogramaciones necesarias, pero ello es tema para otro texto. Por ello volvamos a la idea central de la genética.

Si llevas años condicionando tu cuerpo para que sea adicto a la desgracia, acabarás volviendo al antiguo patrón, porque tú organismo ansía su dosis química de las hormonas del estrés (adrenalina y cortisol) que como ya dijimos, son un golpe de energía para el organismo. Tal vez el entorno exterior haya cambiado pero el cuerpo tiende a hacerle más caso de su química interna que de sus circunstancias externas, así que permanece emocionalmente atascado en el antiguo estado del ser, incapaz de superar la adicción a esas viejas emociones. Lo que equivale a decir que sigues viviendo en el pasado. Por ello para favorecer cambios reales tenemos que ser capaces de trascender nuestros sentimientos – emociones. Hay que aprender a vivir en el “ahora” y elevar las emociones.

No se necesitan medicamentos ni sustancias exógenas para curarte; albergamos en nuestro interior el poder necesario para regular al alza los genes que fabrican la inmunoglobulina A (IgA) en pocos días. (La IgA es una sustancia química increíblemente poderosa, una de las proteínas responsables de la función inmunológica sana y de las defensas internas, rechazando microorganismos patógenos que invaden el cuerpo).

Entonces la pregunta que cabe es, si elevamos nuestras emociones ¿mejorará nuestro sistema inmunitario y por ende podemos erradicar las enfermedades? En otras palabras ¿podríamos regular al alza los genes responsables de la IgA transformando nuestro estado emocional? Estudios científicos realizados al respecto por el doctor estadounidense en quiropráctica e investigador especializado en neurología, neurociencia, bioquímica y biología celular, Joe Dispenza lo responden con un gran SI, y los explica muy bien en su libro “Sobrenatural”, de donde he extraído parte de este texto.


En síntesis, sabemos que con constancia y disciplina todo cambio es posible y ahora sabemos también, gracias a la Física Cuántica y a la epigenética, que si reducimos las emociones de supervivencia y minimizamos la necesidad del sistema de protección externo, estaremos regulando a la baja los genes responsables de la producción de hormonas del estrés y con ello le devolvemos (o recuperamos) la normalidad funcional al cuerpo.

Sólo falta que cada uno encuentre la mejor técnica que el mercado pueda ofrecerle para domar su mente, cambiar sus creencias y fortalecer sus emociones positivas, y experimentar de primera mano lo expuesto en este texto para que pueda sacar sus propias conclusiones.


Jaime Schmidt Müller, terapeuta en biomagnetismo y desprogramador emocional.

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